Cuando era niño mis padres siempre me hablaban de que uno tenía que ayudar al prójimo. Un día me encontraba paseando por la plaza de armas de mi tierra natal (yurimaguas), conocí a un joven que trabajaba como lustrabotas, quizás tenía sus 18 años de edad. Cada vez que yo pasaba por las mañanas lo encontraba durmiendo en el parque, por esos tiempos yo nunca había visto alguien durmiendo en el suelo y peor al aire libre me daba mucha lástima ver al señor en esas condiciones que para mí era muy infeliz y triste su realidad, entonces me atreví hacerle la charla y el acepto rápidamente mi conversación, de esa manera nos hicimos amigos a pesar que yo no sabía mucho de su vida pero me inspiro confianza, lo poco que sabía de él es que era natural de lima y que su profesión de lustrabotas lo venía haciendo desde que el era un niño, también me comento que era huérfano que había perdido a su familia y que tenía que trabajar así porque era su único sustento. Como miraba su precaria vida le invite a cenar a mi casa, presente a mis padres que tenía un amigo que es lustrabotas por ende no le vieron de buen aspecto mi familia pero aun así permitieron que pase la noche en mi casa.
Estaba muy contento porque vi en su ojos alegría que una familia le ayude desinteresadamente y yo me sentía muy bien en ayudarlo y enseñar a mi familia que las personas no se miden por su aspecto o condición económico sino por la bondad de su corazón. Al día siguiente el salió temprano de mi casa dijo que iba ir a trabajar y me dejo un mensaje en su cuarto de huésped diciendo: Muchas Gracias por tu nobleza nunca me habían tratado como tú lo hicistes. Los lugares donde yo viajaba siempre me veían como un delincuente. Desde ese día nunca más volví a verlo.